Una investigación muestra que la realización de tareas cognitivas complejas va acompañada de una acumulación de esta sustancia que, en exceso, es neurotóxica

Un grupo de investigadores de universidades francesas plantea ahora una respuesta: las tareas mentales que exigen un mayor esfuerzo generarían una acumulación y difusión extra de unas moléculas esenciales para el buen funcionamiento cerebral, pero que, en exceso, son neurotóxicas. Para evitarlo, el cerebro mandaría parar, creando esa sensación de agotamiento. La idea es, aunque muy sugerente, solo una hipótesis aún por demostrar para otros neurocientíficos.
Lo que hicieron los científicos galos para estudiar por qué el ejercicio mental agota como el físico fue reclutar a una cincuentena de personas para que realizaran una serie de tareas durante 6,5 horas (la jornada laboral media en Francia). Pero mientras un grupo realizaba unas más complejas (esencialmente recordar un mayor número y combinaciones de letras mayúsculas y minúsculas y en distintos colores que iba apareciendo en la pantalla del ordenador), la exigencia para el otro grupo era mucho menor. Durante el experimento estudiaron por fuera y por dentro el cerebro de los participantes.
Así, realizaron un rastreo ocular (con un sistema de eye tracking, como se conoce en inglés) para registrar la mayor o menor dilatación de la pupila. Investigaciones anteriores han observado que el movimiento del ojo se detiene y dilata cuando se está realizando un cálculo o se está en la fase final de la toma de una decisión. Además, usaron una técnica de imagen cerebral (espectroscopia por resonancia magnética) para medir la actividad en la corteza prefrontal, el llamado cerebro ejecutivo, y los residuos que dejaba. También desarrollaron pruebas de rendimiento y cuestionarios sobre el nivel subjetivo de agotamiento.
“El glutamato es el principal neurotransmisor excitatorio del cerebro, implicado en muchas regiones y en su funcionamiento regular. Lo que observamos es un aumento con las tareas exigentes” Antonius Wiehler, investigador del Instituto del Cerebro de París
Los resultados de todas estas pruebas, publicados en la revista científica Current Biology, muestran claras diferencias entre el grupo que tenía que pensar menos y aquellos cuyo esfuerzo mental era mayor. Así, vieron signos de fatiga, incluyendo una reducción en la dilatación de la pupila, solo en el primer grupo. También observaron que, con el paso de las horas de trabajo, los participantes con tareas más complejas acababan por pedir recompensas (lo que les daban por realizarlas) más inmediatas. Pero el elemento más definitivo para ellos es lo que vieron que pasaba dentro de la cabeza. Los integrantes de este primer grupo tienen mayores niveles de una molécula, el glutamato, en las sinapsis (la conexión electroquímica entre las terminaciones nerviosas) de la corteza prefrontal lateral, la que se encarga del control cognitivo.
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